Articulo originalmente publicado en La Linea del Medio
La campaña electoral estadounidense podría jugarle una mala pasada a los acuerdos de paz en Colombia. Por tanto, la defensa de los acuerdos también debe darse fuera de Colombia.
La salida de Bernard Aronson en el 2017 como enviado especial del gobierno de Estados Unidos para las negociaciones de paz dejó un vacío que está siendo llenado por actores políticos en quienes priman los intereses electorales.
Aronson, quien goza del respeto de demócratas y republicanos, lamentó la pérdida de alguien de alto nivel en el gobierno estadounidense enfocado en dar seguimiento a la implementación de los acuerdos de paz.
Aronson sabía que lo más duro sería la implementación de los acuerdos y, dada la gran cantidad de recursos económicos en ayuda de parte de Estados Unidos, el país norteamericano tiene mucho en juego.
La política en Estados Unidos es distinta a tan solo dos años de la salida de Aronson.
La política exterior estadounidense es guiada por los intereses electorales de la Casa Blanca. Ese fue el caso con las elecciones de medio término, en las que meses antes, Trump orquestó una dura retórica en contra de la migración centroamericana y apeló al voto republicano para, según él, frenar la invasión. Con ese discurso, los republicanos se consolidaron en el Senado.
Con la efectividad ya probada del discurso sobre migración y, con la mirada puesta en su reelección en las presidenciales del 2020, Trump escogió a Venezuela, junto a los países centroamericanos, y Colombia podría terminar incluida en ese grupo.
La Casa Blanca escogió a Florida como epicentro para los discursos sobre Venezuela. Florida es un estado bisagra que se puede mover a favor de cualquiera de los dos bandos y determinar la presidencia estadounidense.
Los políticos de Florida más visibles que se han subido con ímpetu al discurso sobre Venezuela son el Senador Marco Rubio, el Representante Mario Diaz-Balart, el Senador Rick Scott y el Gobernador Ron DeSantis, entre otros.
Son estas figuras políticas que hoy tienen el oído de Trump y que podrían contaminar la compleja implementación de los acuerdos de paz en Colombia.
El Senador Marco Rubio ha ido menguando su apoyo a los acuerdos de paz. A pesar de sus reservas, en el 2016 apoyó las negociaciones por la “paz tan merecida de Colombia” pero, en cuanto olfateó que el tema dividía a los colombianos en Florida, se bajó de la camioneta.
En el 2017, Marco Rubio aclaró que no era un promotor de los acuerdos porque entre otras cosas, éste era negociado en Cuba. En febrero de este año, por motivo de la visita del Presidente Duque a Washington, Rubio argumentó que los acuerdos de paz tuvieron un precio demasiado alto pagado por la administración de Juan Manuel Santos para conseguir un “acuerdo arreglado hecho por un solo lado y que no ha traído la paz”.
El Representante Mario Diaz-Balart también hizo lo suyo para congraciar a parte de la población hispana en Florida. Advirtió que, en los acuerdos, “hay aspectos muy preocupantes que son inaceptables” y que es necesario asegurarse de que los recursos de ayuda de Estados Unidos no sirvan para “entregar a Colombia en las manos de las FARC”.
En el 2017, Diaz-Balart vaticinó que la nueva administración Trump no será tolerante como Obama y que insistirán en echar abajo partes del acuerdo que definen el narcotráfico como crimen político y que permiten que narcoterroristas entren en el juego democrático.
En la política de Florida es común la retórica al estilo de la guerra fría. El discurso anticomunista, antisocialista y anticastrochavista, aún cala profundamente en el electorado. Uno de los programas más vistos en la televisión de Florida es el de Jaime Bayly, quien insiste en decir que Juan Manuel Santos pasará a la historia como un presidente nefasto que vendió el país entero a la guerrilla castrochavista.
Los discursos de cuestionamiento a los acuerdos de paz han sido dirigidos a endulzar el oído de la población hispana en el estado de Florida, en especial la colombiana que abrumadoramente rechazó los acuerdos en el plebiscito del 2016 al ganar el NO con el 70% y apoyó a Duque en las presidenciales con el 84%, resultados desproporcionados en comparación con el estado de Nueva York que tiene gran cantidad de colombianos y donde el voto fue más parejo.
El censo del 2010 estima que en Florida residen más de 300 mil colombianos y descendientes de colombianos. Este número parecería irrelevante pero la realidad es que las elecciones en Florida se dirimen por poquísimos votos.
En las elecciones pasadas, Trump ganó el estado de Florida por solo el 1.2%. Cualquier cambio que ocurra en algún segmento del voto hispano podría inclinar la balanza en el 2020. Los republicanos harán todo lo necesario para lograrlo.
En el senado estatal de Florida está la senadora colombo-americana, Annette Taddeo. Ella admite que Florida “se gana por márgenes diminutos”. A Taddeo le preocupa la retórica de la guerra fría para obtener votos. “Si ellos (republicanos) pueden obtener votos de los venezolanos, colombianos, nicaragüenses, es así como obtienes ese 1% que necesitas y los republicanos son astutos en jugar con los márgenes pequeños”.
Annette Taddeo vivió en carne propia la difamación de esta retórica. En el 2017 cuando Taddeo hacía campaña para la curul en el senado estatal, recibió ataques de su contrincante, el cubano-americano José Félix Díaz, quien acusó a Taddeo de ser simpatizante de las FARC.
La publicidad difamadora circuló por los medios de comunicación y cuando su rival fue increpado por las razones de la acusación, el Comité de Campaña del Partido Republicano respondió que tenían evidencia de que Taddeo había apoyado los acuerdos de paz en Colombia. Eso les fue suficiente para casi que acusarla de guerrillera, al mismo estilo de los que acusan de castrochavistas a los defensores de los acuerdos de paz.
La madre de Taddeo tuvo que salir a los medios a contar la dura historia de que el padre de la candidata fue secuestrado por las FARC y que por eso migraron a Florida. Sin embargo, sabiendo que cada voto cuenta, Annette Taddeo tuvo que matizar su postura frente a los acuerdos de paz diciendo que, si bien le parecía que había que intentar un acuerdo, ella nunca fue promotora y que le preocupaba que las negociaciones se hicieran en Cuba.
La presión es grande por obtener votos en Florida para las presidenciales en 2020 y, si el discurso de Venezuela no les es suficiente, buscarán otro bombo que golpear.
Si personajes como Marco Rubio o Rick Scott le llegan a vender la idea a Trump de que hay una comunidad colombiana que podría irse de su lado y de que el incremento de los cultivos ilícitos y la proliferación de la droga es debido al acuerdo negociado con las FARC, no tardarán mucho en que se envalentonen contra los acuerdos de paz poniendo una presión enorme en el gobierno colombiano para ajustar, aún más, lo que sea necesario y mantener al gobierno de Trump de su lado.
Pensar que la implementación de los acuerdos de paz es un tema de plena soberanía colombiana sería intentar tapar el sol con un dedo. Los que defienden los acuerdos, políticos y organizaciones, tienen la legitimidad para contar su versión y defender los acuerdos en Estados Unidos.
Tal como lo hizo el Senador Álvaro Uribe y, en su momento, el Senador Iván Duque, cuando se paseaban por los corredores del capitolio y los círculos de poder en Washington para dar su versión sobre los acuerdos de paz, así también deberían hacer los miembros de la bancada defensora de los acuerdos.
Es necesario hacer presencia con los colombianos residentes en Florida para que no escuchen una sola versión, como lo harán este mes de abril cuando la Vicepresidenta Marta Lucia Ramírez llegue a Miami para hablar con la congresista demócrata Debbie Mucarsel-Powell.
Como decía Juan Manuel Santos, los acuerdos de paz se deben defender junto con la comunidad internacional por lo que a los defensores de los acuerdos les queda la responsabilidad de también hacerlo afuera.